Pandemials: ¿nace una nueva generación?

Los jóvenes que crecen con la cuarentena significarán una nueva generación en términos culturales. Veamos cómo podrían ser los pandemials.

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¿Qué son los pandemials?

Todos, en algún momento de nuestra vida, tenemos hechos que nos afectan y nos marcan de por vida. Hablamos de cuestiones personales y puntuales, pero también de algunas que son contextuales o globales. Por ejemplo, tener una infancia en una mala situación económica del país podría generar que tengamos privaciones que generen nuestra personalidad. 

Lo estamos viendo con 30 millones de bebés que, en plena pandemia, salieron al mundo para encontrarse con una situación atípica. Es decir, muchos abuelos y abuelas no pudieron conocer a sus propios nietos/as por la imposibilidad que genera el coronavirus. Lo mismo aplica con muchas familias, que actualmente se encuentran distanciadas.

Por lo tanto, está dándose una nueva generación que está creciendo con altas restricciones sociales. Los niños y niñas de cero a ocho años formarán parte de un nuevo ciclo que será importante para el planeta, ya que todas estas personas, en un futuro, serán la mayor parte de la población. 

Si bien la palabra “normalidad” puede ser un tanto subjetiva, dado que lo normal está condicionado por el punto de vista y el entorno, no debemos negar que se dieron cambios en la estructura del planeta. En mayor o menor medida, estamos evidenciando modificaciones en nuestros encuentros sociales

Entonces, esta generación de pandemials formará un mundo completamente nuevo en términos sociales, culturales y también psicológicos. Algunas proyecciones, incluso, afirman que se dará un “baby boom” similar al de 1945, que surgirá entre diciembre de 2020 y enero del 2021 debido a ciertas condiciones que fomentan pensar en añadir un miembro a la familia. 

Cambios ocurridos en la nueva generación de niños

En este sentido, podemos hacer algunas proyecciones sobre esta nueva generación. Casi todos conocemos a niños y niñas de entre 0 y 5 años que están evidenciando cambios en esta transición mundial, donde vimos que muchas de las instituciones clásicas, como la escuela, tuvieron que adaptarse a la virtualidad.  

La hiperconectividad que tuvieron que atravesar durante las primeras etapas generaron cambios en las reglas sociales. Es posible que los niños de 0 a 5 años, como crecieron con el “distanciamiento social”, puedan padecer alguna angustia al relacionarse con los demás en persona. 

Es decir, para comunicarse con otra persona (y que no sea miembro de la familia) la única alternativa que tenían era la de las pantallas. Esto implicaba, al mismo tiempo, que tengan una mayor destreza con la tecnología. Ya lo podíamos ver anteriormente, con niños y niñas que lograban manejar un smartphone mucho mejor que un adulto. 

En términos de comunicación, es posible que también hayan aprendido mucho más rápido algunos códigos meramente digitales. La utilización de los emojis o de los propios memes podrían implicar un cambio en aprendizajes básicos, como es el caso de la lectura o el vocabulario. 

Incluso, en términos educativos, los propios vídeos en YouTube podrían significar una nueva forma de aprendizaje para esta generación. Como pueden instruirse de forma simple y rápida, con la posibilidad de repetir una y otra vez las explicaciones o consumirla de otros usuarios, ¿cómo harán para adaptarse a la dinámica de un aula normal? 

Por lo tanto, todos estos bebés pandemials, coronials o baby-coronas, que son algunas de las denominaciones con las que se caracteriza a este grupo emergente, serán partícipes de nuevos cambios que se producirán en la estructura del planeta. A pesar de todo esto, conviene preguntarnos: ¿cuál será la perspectiva de la vida que tenga esta generación? 

Imaginando a los pandemials y sus características psicológicas

Como habíamos mencionado, los pandemials podrían caracterizarse, en primer lugar, por ser una generación muy buena en términos de manejo de tecnología. Se trataba de una tendencia que estaba in crescendo desde los últimos tiempos, pero que ahora, con la imposibilidad de tener otras actividades, se ha convertido en la única alternativa. 

Es decir, parece que no existe otra opción para tener algo de contacto humano, por lo que se hace imprescindible manejarla. Sin embargo, ¿cuáles son los riesgos de no tener relacionarse “normalmente” de manera presencial? Es decir, crecer sin las reuniones con amigos, sin fiestas de cumpleaños o sin actividades deportivas.

Una de las principales consecuencias podría ser un aumento en alguna de las fobias sociales existentes. Al crecer en un contexto donde el contacto humano se limitó, es posible que tanto adultos como jóvenes hayan generado una especie de “zona de confort” de la cual es difícil salir. 

Especialmente en este último grupo, que, probablemente, no conozca otra “forma de vida” que las que se le enseñó durante estos meses. La generación de los niños nacidos luego del 2010 será caracterizada como la que “ha crecido con la pandemia”, es decir, en un entorno caracterizado por las limitaciones físicas sociales. 

Además, no debemos olvidar de que, en medio de una incertidumbre y temor por el posible contagio, se han tomado medidas de recaudo para los pocos encuentros sociales. El uso del barbijo, el desinfectar las manos o el hecho de tener un distanciamiento preventivo podrían ser algunas nuevas formas de relacionarse con los demás. 

No hablamos de que, una vez finalizada la pandemia, la gente volverá a usar barbijos como método de prevención. Mucho menos que las personas siempre mantendrán distancia a la hora de entablar conversaciones. Por el contrario, decimos que, de una manera inconsciente, podría darse la situación en la que los encuentros sociales no sean tan periódicos a como estábamos acostumbrados

La propia “ansiedad social” que podrían desarrollar no sería otra cosa que la política de prevención con la que crecieron ante un contexto adverso. Si bien, pasado un tiempo, la amenaza del virus se habrá diluido, lo que quedará es una forma de comportamiento con la que crecieron y que costará erradicar. 

Si los propios adolescentes, que crecieron asistiendo a recitales multitudinarios o a discotecas con cientos de personas amontonadas, ven con “malos ojos” las reuniones con tantas personas a las que asistían, debemos considerar la posibilidad de que las nuevas generaciones ni siquiera se imaginen eventos de tal magnitud, ya que preferirán resguardarse en casa y salir cuando solamente sea necesario.